sábado, 16 de octubre de 2010

Saturno



----- Una luna impacta sobre la superficie de Saturno. Es de hielo, es de hielo, era.

Se desintegra, entonces. Deja de ser luna. Es hielo, ahora.

Es hielo. Ahora es hielo.-----
 

Escribió eso hace un tiempo. Lo encontró en un papelito abollado, por debajo del escritorio. Intentó hacer resonar en su cabeza cuando hilvanó esas líneas. No recordó, no pudo, no quiso recordarlo: fueron los trazos de esa vez cuando leyó en un diario sobre la nueva hipótesis de formación de los anillos de Saturno. Pero aquella vez no le importaba demasiado que el hielo de lo que una vez fue esa luna sin nombre se hubiera convertido en los anillos del enorme planeta. No. Saturno no era lo que a él le interesaba, esa vez. Nunca le importó mucho la astronomía.

Tiró el papel al tacho. Miró por detrás de su hombro, hacia el armario. Giró su cabeza hacia el lomo del escritorio.

-          Hay un fantasma, ahí arriba- 

-          Dale, no jodas-

-          No es un chiste, hay uno- le respondió sin sacar los ojos de la madera.

Ella caminó unos pasos hacia el armario y se puso en puntas de pie. Dio un saltito como para arrimarse a lo que había por detrás de la oscuridad del guardarropa incrustado en la pared blanca. El la miró de costado.

-          No hay nada- dijo ella, ofuscada.

-          Fijate bien, no estoy mintiendo. Hay un fantasma, está en las fotos, esas fotos de mierda-

No quiso preguntarle demasiado sobre el tema. Vio sus ojos perdidos, como aquella vez en que se conocieron. Esa lágrima que nunca habrá de caer pero está ahí. Ella sabe que allí está. El no sabe que ella sabe que la lágrima seca está por detrás de sus ojos, ahí.

En puntas de pie, ella metió la mano con esfuerzo dentro del armario. Manoseaba con torpeza todos sus vértices y superficies, a los tumbos, rastreando aquel tesoro que no quería ser hallado. Por fin, tocó algo que parecía un manojo de gruesas cartas: - acá están- dijo. Tomó su pollera con una mano, la deslizó hasta sus muslos y la presionó con fuerza para poder sentarse cómodamente sobre el suelo. Cruzó las piernas y se arregló los volados blancos y negros por encima de las rodillas. Comenzó a barajar las fotos en silencio.

El escuchaba con atención el suave ronroneo de los pedacitos de papel fotográfico resbalándose uno sobre otro. Pensó que algo tenía que decir. Dijo, entonces:

-          No me reconozco en ellas, ese no soy yo. Las fotos dibujan gente que una vez conocí. Una mujer que amé, sin dudas. Un tipo que conozco sólo de vista. Todos de papel, ahora. Todos jodiéndome la vida, ahora-

Ella abrió la ventana. Hizo un pilón con todas las fotos y fue trozándolas en silencio, una a una, con una tijera. Puso los pedazos en una bolsita de plástico, esas de supermercados. Cuando terminó el bricolage, lo abrazó por detrás, apoyándose sobre su espalda.

-Es hielo, ahora es hielo- dijo él, acariciando con su mano derecha la pierna de ella, por debajo de su falda negra y blanca. Ella no entendió a qué se refería, pero no dijo nada.