viernes, 28 de septiembre de 2012

Sobre la vida y la muerte y la vida


Las aguas del goce,
desbordaron los diques
y brotaron de mis ojos
[Basavanna]
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http://youtu.be/ETYQX4qbNas

  
 

I

Hace no mucho, el alcalde de un pequeño pueblo al sur de Italia prohibió a sus habitantes el poder morir. Montado sobre una tarima de madera, el funcionario gritó, una tarde de verano,

¡En este pueblo, de ahora en adelante
prohibido está morir!
No será permitido, de ahora en más,
cruzar el límite de la vida terrena para ir al más allá.
¡Nuestro pueblo necesita trabajar más y morir menos!

Morir, entonces, en aquel pequeño poblado, fue similar a robar o asesinar.
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Morir, era un acto de ilegalidad.
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II

Aquellos fragmentos de existencia, tan nimios, tan pequeños y difusos que nos rompen la mandíbula clavada al cráneo. Pensamos que sólo arde el calor del fuego o la hornalla de la cocina. Pero, el frío también quema la piel, aunque de una manera disímil. Se vuelve necesario comprender aquellas formas diferentes de arder.

Pero, ¿dónde se encuentra la manera, el camino para soportar la idea de la extinción permanente de uno mismo, de la carne y los gusanos, del olvido inevitable?

¿A cuántas personas ya has visto por última vez?

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III

Los niños prematuros, en contadas ocasiones, nacen sin latidos del corazón. Llegan a la existencia sin frecuencia cardíaca ni respiratoria. Por ello, se los deja en observación unas horas en una habitación cálida, para que surja, quizás, una respuesta automática del cuerpo. Una señal de vida, un asomo de la vida que los humanos sabemos identificar.

Se espera con sigilo, en silencio. No se sabe si ha nacido alguien con vida, o si la vida apenas comenzó en un cuerpo que ya no es aquel. Algunos chistan a los que se acercan con murmullos, temerosos de no poder escuchar el susurro de un corazón que ha despertado.

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IV

Algunos han dicho que los hikikomori son muertos en vida. O, también, dicen que son vida muerta, que el sistema [léase, los hombres y mujeres que lo crean día a día] ha destrozado entre sus dientes de navaja.

Los hikikomori son jóvenes japoneses que encierran sus cuerpos en una habitación durante períodos prolongados, generalmente largos años. Los come la tristeza, no conocen la amistad. Duermen y se tumban frente al televisor durante el día. Por la noche, mueren lentamente frente a la pantalla de sus computadoras. Algunos fueron estudiantes exigentes o buenos empleados administrativos, pero hubieron de implosionar por dentro, estallando en esquirlas que se clavaron en su carne más blanda, en la matriz interna.

Algunos dicen que todos somos hikikomori, en potencia.
Es que, ¿no ves la marca de los molares, ahí, por detrás de tu espalda?

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