jueves, 24 de octubre de 2013

Refucilos



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-¡Refucilo!-


Aquel viento, nos llega desde el lugar en el que los dioses y las diosas se desvistieron un día, antes de crear los mundos posibles.

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-¡Refucilo!-


El progreso es una idea que sirvió una vez como esperanza; y hoy es una excusa. La línea recta se trunca, esta tarde.
No hay más puntos en la recta cósmica, que los viejos humanos creyeron (¡quisieron!)
ver.

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El tiempo no existe. O, más bien, existe cuando no es vivido; 


-¡Refucilos!-

-[El milagro y el cataclismo son la misma fuerza, con sentidos opuestos]-



Romper el reloj, liberar al tiempo allí encerrado. Liberarnos en el mismo acto, en la misma caricia. 
Quebrar la cadena sobre nuestro cuello.
Crear el milagro, no esperarlo.

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En la vida, siempre alguien se está yendo.
Siempre alguien nos toca a la puerta.

Pero,
¿Quién abraza a lluvia, mientras todos buscan amarse?,
¿En qué habremos de reencarnar mañana, si creemos no creer?
 
Es que, si somos retazos de una tela que alguien -o nadie- cortó, si cada encuentro es un presagio o una consumación. Sí, ¡por qué entonces!, aquella angustia que emerge tan a menudo.



Las personas vuelven solas y las historias que no se cierran, se abren.
La vida es más simple de lo que queremos creer.
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martes, 8 de octubre de 2013

Harás llover



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Ninguna palabra es aleatoria.
Toda palabra abre un mundo posible.

Y, de alguna manera se abrió entre nosotros.
Un instante mágico, en el quiebre de lo previsto.


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Y, la recuerdo entre las telas de una carpa azul.
Bailando hacia el cielo de la noche.
La luna llena en su espalda, que se traslucía por la tela.

El pelo suelto, largo hasta la mitad de su espalda.
Jugando entre sombras.

Un coro de ranas, cantando al calor.
Recitándole a la luna.

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Afuera, el rocío frío.
El afuera siempre existe.

Ella me busca, como el viento de la tarde antes de que caiga el sol.
Antes de la oscuridad, del ocaso de nuestra historia, nos abrazamos.

Y, no recuerdo nada más que sus ojos.
Mirándome de cerca.

Sus ojos marrones.
Mirándome de cerca.

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No esperes. 
No hay nada que esperar.

Es que, ¿las historias -alguna de ellas, siquiera- siguen existiendo?

Los objetos no existen. Son nuestras manos, nuestros ojos, tocándolos.
Los objetos existen. Seguirán allí, aún cuando nos alejemos para siempre de ellos.

No soportamos la finitud.
Ella sigue existiendo.
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La vida son los detalles, sí.

Y, la vida de los todos aquellos que pensamos conocer,  esconden, como un eclipse, sombras impensadas.

Uno hace lo que debe hacer. Lo demás, poco importa.
Uno hace lo que siente hacer.
Lo demás, poco.
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