Nada es real
[Hasta que así
lo volvés]
I
El principio
es con los dioses, porque todo necesita un origen.
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Y, toda
relación necesita su génesis, su mito de iniciación: que “se pelearon durante
años”, que “ella siempre lo amó en
secreto”, que “él era odiado por su padre”,
que “estaban de novios con otras personas, pero soñaban
sólo con su encuentro”. Aquellas historias, de todo tipo y color.
Buscamos
siempre un cuento hermoso. Buscamos algún dios profano que nos salve de lo
insalvable de lo cotidiano. Vivimos de las historias que nos han contado y de
las que nos contamos a nosotros mismos, cuando cae la noche.
II
Hubo una vez
que los pescadores eran los únicos que poblaban aquella tierra. El aroma al
pescado fresco convivió luego con los gritos de los comerciantes y los
bolsillos de los burgueses. El puerto de Livorno fue un botín indispensable en
la segunda injuria mundial.
Un hombre,
un sobreviviente, un mendigo hoy desplomado sobre la vereda de la calle principal
de la ciudad. Dicen que es heredero del primer pescador que la tierra toscana dio.
Yo creo en aquella historia. El vagabundo balbucea al que pueda escucharlo: “Torpes son como los peces, cuanto más se resisten más se clava el
anzuelo en su carne”.
Yo creo
en esa historia.
III
Ese largo
trabajo, inconmensurable. Esa labor, el borrar aquellas ideas venenosas de la
mente de los hombres. Hacer callar esas voces perversas que aúllan desde los
libros escritos por la herejía,
---Oh, ¡ese arte de
adoctrinar infantes!---
---Oh, ¡que destreza en hacer
morir lo que quizás nazca!---
Una vuelta de
llave al cerrojo. Las cadenas siguen en su lugar.
Providencia al
rey de reyes.
IV
No
idolatres.
No
idolatres al dinero, ni a las cosas. Tampoco a las personas.
No
idolatres a lo que, te han dicho, tenés que idolatrar.
Rompé el
friso.
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