I
La hondonada. Llegar al valle.
Habíamos caminado bastante.
Teníamos sed.
Enceguecidos por la promesa, no
habíamos bebido durante el trayecto.
Convertirnos en mujeres y en
hombres. En humanos.
Derramarnos en aquello.
Aquello inevitable
Pero, la garganta de la montaña
no fue como pensábamos. Moríamos de sed, buscando apaciguarla. Aparentábamos
estar satisfechos: aquella era la forma de comportarse.
Leíamos sobre aquellos que se
habían negado a la sumisión. Colgábamos sus fotos en nuestras paredes, como si
los ojos de los que ya no están hubieran podido marcarnos un camino posible.
Bebíamos gotas de rocío, de las
hojas cercanas. Nos decían que sólo eso era lo permitido.
-“Siempre ha sido así”-
-“Siempre”-
.
II
Quizás sólo seamos un espacio rico,
arena suave en donde es posible trazar dibujos con la rama de un árbol. Una
posibilidad.
Bailar, hasta que la luna se
encienda.
Recordar la primera estrofa.
Abrir la boca al escuchar, aquel
canto que provoca un eco en quien lo lee.
Un eco.
Un eco, un eco.
.
.:.
.
.:.