miércoles, 25 de septiembre de 2013

Swadeshi - [Parte primera]




I

La hondonada. Llegar al valle.
Habíamos caminado bastante. Teníamos sed.

Enceguecidos por la promesa, no habíamos bebido durante el trayecto.

Convertirnos en mujeres y en hombres. En humanos.
Derramarnos en aquello.
Aquello inevitable

Pero, la garganta de la montaña no fue como pensábamos. Moríamos de sed, buscando apaciguarla. Aparentábamos estar satisfechos: aquella era la forma de comportarse.

Leíamos sobre aquellos que se habían negado a la sumisión. Colgábamos sus fotos en nuestras paredes, como si los ojos de los que ya no están hubieran podido marcarnos un camino posible.

Bebíamos gotas de rocío, de las hojas cercanas. Nos decían que sólo eso era lo permitido.

-“Siempre ha sido así”-
-“Siempre”-

 .

II

Quizás sólo seamos un espacio rico, arena suave en donde es posible trazar dibujos con la rama de un árbol. Una posibilidad.

Bailar, hasta que la luna se encienda.
Recordar la primera estrofa.
Abrir la boca al escuchar, aquel canto que provoca un eco en quien lo lee.

Un eco.
Un eco, un eco.

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.:.

jueves, 12 de septiembre de 2013

El límite es la delgada cuerda que sostiene al tablero - [2da parte]





 
III

Sí, podríamos ser de otra manera.

Quizás, podríamos ser la conciencia del planeta.



Quizás, podríamos con-vivir con los demás seres del planeta.

Sin usarlos, sin violarlos. Sin hacer todo lo hecho. 

Lo único que nos otorga tranquilidad es saber que la humanidad -tal como la conocemos- habrá de acabarse, finalmente.

Todos los errores aunados, todos los actos horribles que hemos cometido –y seguimos cometiendo- en nombre del progreso, en nombre de la humanidad, en nombre de los dioses.

Todo habrá de acabarse.

Somos un respiro, en la historia del universo.
Somos un instante, que se cree eterno.
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