martes, 31 de enero de 2012

Zagreb

 Omne regnum in se ipsum divisum desolivatur
[Todo reino dividido será destruido]



I

Es difícil prestarle verdadera importancia a todas esas cosas, esas pequeñas. Aquellas de todos los días. El canto de los pájaros por la mañana, cuando los hombres aún no se han levantado de sus camas; el cómo los árboles se mueven, bailan, junto al viento; cómo las personas mueven sus manos, cuando quieren decir algo con sus bocas.



El error, si, el gran error humano, el gran error de nuestra especie, es pensar que cada siete días es lunes y que cada doce meses es enero, o febrero, o marzo. Cada momento es único y jamás volverá a repetirse.



II

- Cómo contarle sobre aquella paloma muerta, pienso –

Es un día hermoso para irse de aquí, Lucía. Hace tiempo que nuestras tardes son de arena, acariciarte es como besarte con la boca cerrada.

Todos nos hemos lastimado las alas en el aprendizaje del intento, en el buscar llegar un poco más alto. Pero, es que en el aire, desplegando las alas, ¿quién no está solo?

Qué quieres ser, Lucía. ¿Qué has soñado hoy, pequeño ser? , ¿Has elegido bien? , ¿Víctima o mártir, donde has puesto tu esperanza, Lucía?

Pero, ¿has elegido bien?


III

Tomo una piedra. La desgasto con cuidado, lijo y suavizo su superficie. La pinto de un color que crea conveniente para la ocasión. Le adoso una nota, un dibujo, un mensaje; lo anudo con una cinta de tela. Arrojo la piedra envuelta hacia los jardines vecinos.

Luego de días -quizás de meses o años- , a veces, la piedra con una respuesta regresa. Cuando son pronunciadas, aquellas palabras de réplica funcionan como contraseña, como llave maestra que permite quebrar lo impermeable.

Hay momentos, en los que me quedo sin piedras, sin lijas ni pinturas de colores. Hay veces en los que las rocas que me son arrojadas, golpean mi cabeza y la hacen sangrar. Hay otras tantas piedras que me pasan de lejos, tanto que siquiera puedo divisarlas claramente. Con algunas piedritas, si, con algunas me empecino y las veo triangulares, divinas e infinitas aunque sean circulares. A éstas, las busco por doquier, las veo sin verlas. Algunas otras piedras me sorprenden, me despiertan al golpear el vidrio de mi ventana junto al sol de la mañana. A otras tantas, jamás las he encontrado.


IV

Las palabras se trazan con sangre. Mis palabras henchidas están, de sangre.