
“Van a terminar todos reventando de confort” – Graffiti - Mayo´68
Un Sonido de flauta aguda, de notas bien altas, se escucha a lo lejos. El afilador, un viejo de años llevados con orgullo, de tiempos de abuelos que trabajaban porque tenían que hacerlo, chupados de pretensiones de progreso material, tan sólo lo justo y necesario alcanzaba a llenar las palmas de granos de arroz y sueños de hijito universitario.
"Con sólo unas palabras, un caso puede resolver"
Siempre me atrajo la vida simple. Esa que, quizás, no viva jamás. Cada paso que damos, como personitas, como sociedad, parece alejarnos más de esa pretensión cristalina. La glorificación de lo simple, compañera asidua de toda conversación cotidiana, hace mecha en el día a día. Cuando todos buscamos el árbol, pero sólo llegamos a rascar la madera en escritorios y escarbadientes, el disparate contemporáneo brilla con el pecho inflado.
- Somos los giles cómodos, más incómodos de la historia - pienso en silencio. La promesa del confort te la cobran en cuotas bien jugosas de consumo orgásmico, profesiones mínimas, amores descartables en tetrabrik. Y así yiramos, presos de las imágenes y horizontes plásticos de nuestro tiempo, trepando el bondi de los babuinos con corbata.
Antes de cruzar el cemento, lo cruzo a don Afila. Algunos vecinos conocidos lo convidan al viejo con tazas de café con leche y facturas de panadería. Se lo ve bien al tipo, vivió su tiempo a su regla. Supongo que el mambo de la propia carne es fruto de haber abierto la perra caja de Pandora de lo que muchos tragan con el desayuno, de poner la inercia a contraluz y contarle las costillas al vacío.
“El hombre suburbano, sigue su rutina, sin darse cuenta que su vida terminará”