Nunca fui de venir a estos lugares, flaca. Vos cobrás por esto, bueno, es tu laburo. No soy tu paciente, nunca creí en los psicólogos, sólo vengo a contarte algo.
Viste esos trapos que por lo general tenemos desperdigados por la cocina, bueno, siempre hube de sospechar que en el entramado del trapo, en la danza microscópica de los hilitos imperceptibles, hay siempre bazofia. Aunque pongas al lienzo en lavandina o en ese líquido que venden para limpiar, algo siempre ha de quedar. Y es que aunque tenga una colonia de bacterias en plena orgía, el trapo siempre tiene que parecer limpio. Ese es el punto.
Nuestros sueñitos son diáfanos, cristalinos y bien pulcra es nuestra pretensión higienista de soñar con ovejas bien peinadas, fantasías de purista mandioca, esa ambición de tener todo “punta en blanco”, hubiera dicho mi abuela. Sospeché siempre que esa autoinfligida ilusión provenía de la mugre que duerme por debajo de las uñas. Perdón, si, soy de jugar con analogías de pescuecito flaco, es una tendencia que tengo desde pendejo, paso a explicarme.
Es que cuando tu vida está apestada, viciada y el pollón no podés tirar por debajo de la alfombra de tu piel, buscás entonces algo más prosaico y chanflón, si, lo que a mano esté. Cualquier actividad vulgar: limpiar el piso, rasquetear el empapelado, baldear la vereda gastando colosales cantidades de agua potable que nunca podrá llenar las fauces de los sedientos de vida, y así. Llenar el cubo plástico de agua limpia en el lavadero de tu casa y a baldear el bochito, otra vez. Jugar a que somos limpios, estando tan sucios.
¿A qué voy, no? Bueno, es que todo este corso se circunscribe en que somos seres cada vez más solitarios, recluidos, emperrados, alienados, escupiéndole al mundo lo que sentimos en la punta de los dedos pero no lo que nos duele en la carne. Está buena tu función de dar oído, sin duda. Pero, por unos billetes, la gente se amontona en frente tuyo y desnuda sus neuronas: escucha que los escuchás, todo ese trance fenicio para volver a sus miserias cotidianas, para acumular tristezas en las vértebras y relatártelas en la siguiente sesión.