
La nodriza sedienta, sabía un poco de todo. Conocía la antigua receta alquímica, esa que habría de convertir la tierra mojada, en existencia. Fue tan sólo amasar un rato lo inanimado, jugar a darle forma, unos hombros anchos y perfil atractivo sin olvidar introducir un papelito en la boca de su nuevo Golem, retacito de celulosa en el que habría de ser escrito alguno de sus más profundos deseos.
Dont you wanna feel my bones?
Hay que ver cómo se construyó ese romance, de barro y cuerda a triple hilado. Hubo de edificar, ella, todo lo que una vez imaginó. Todo lo que esa jodida vez creó, germinó y engordó con buen follaje. Los finales felices no suelen abundar y como la alfalfa que se deshace entre los premolares del caballo, que enjuaga y hace buches en la comisura que aún respira, así, la autora del monstruito terminó descuartizando a su fruto, empezando por el occipital.
Fueron felices, bastante. De esos amores que se cuentan al principio de las charlas, se envidian con frecuencia y suelen escupir fotitos en la ventana del msn. La vida es punga, che y se llevó sin pudor las ganas de la nena. El fango del muñeco se derrumbó sobre el suelo y su piel se coció hasta que la carne se separó de los huesos. La piba, con el bocho en otra aureola, lo miraba desde lejos, sazonando los jugos de un nuevo bribón.