Los pies, lejanos; la carne fría. Desnudo, postrado en la única silla que había en la pequeña habitación. Sentía el terciopelo, lamiendo su piel. A pesar del uso frecuente y la injuria del tiempo, que habían manchado las rojas fibras del paño, algo de calidez aún restaba en la fina tela del asiento. Descansar, finalmente, dentro de una vulva de terciopelo; eso hubiera sido lo ideal. Pero no existe tal cosa, los absolutos se cuartean, se hienden las promesas y el terciopelo escasea en este rincón de la tierra. La silla mustia, con su terciopelo marchito, era lo más cercano al abrazo que necesitaba. Se conformó, entonces, una vez más, silbando una profunda bocanada. Con los ojos cerrados, con la boca seca.
I
Desde el espejo, su rostro insuflaba una vida cristalina de buen comportamiento, rebosante de buenos modales. Sonrió para mirarse los dientes, los cepilló con abundante dentífrico. Escupió el brebaje de saliva y pasta sobre la blanca pileta del lavabo. Inclinado sobre ella, con las manos trémulas aferradas a los grifos, observó durante unos prolongados -larguísimos- segundos a la espuma verduzca de su esputo, las burbujas de su baba, los restos de la pasta masticada. Se asqueó, necesitaba mancharse. Abrió la ventana y se apoyó sobre su marco: -no me siento bien hoy, prefiero quedarme y descansar- balbuceó por lo bajo a su nuevo celular. Se acercó a la cama y despertó a su mujer con un beso delicado.
II
Desayunaron. Coordinaron los planes para esa noche -compras en el supermercado, invitados a las nueve en punto, globos de colores en el patio-. El marido se comprometió a pasar por el Carrefour luego del trabajo y comprar él mismo lo que hubiera de faltar. Conversaron sobre la política exterior norteamericana, las elecciones internas del radicalismo y la nueva cirugía de la vecina del chalet de la esquina. -Se hizo las tetas, me dijo la mucama; la vio el otro día, cuando limpiaba la vereda-. Él sonrió, sin decir una palabra.
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Mientras su mujer encendía su laptop portátil, él se puso su nuevo traje. Salpicó su cuerpo con más perfume que de costumbre, casi una ducha de hálito perfumado. Se despidió de la mucama con un “hasta luego, maría” que pronunció desde el jardín. Besó a su mujer, que allí lo esperaba, como siempre, para saludarlo antes de la partida. -No te olvides de comprar los globos, mi amor-, ella le dijo; -no lo haré- le respondió. Cerró la puerta del auto con un golpe seco. Se calzó los anteojos negros que guardaba en la guantera.
Volviste?? Como se dice en la jerga: Un autentico zarpado
ResponderEliminarMe encanta I. Saludos!
ResponderEliminarLa voz de Alex y tus textos...
ResponderEliminarcada vez que vengo, digo 'genial, como siempre'. Creo que yo soy la que debería decirte gracias por tanto y perdón por tan poco, Xaj.
ResponderEliminarParece cotidianeidad, pero es tan mágico...
ResponderEliminarMuxu...
ai la rutina! Siendo tan basica es donde se esconden los sentimientos mas interesantes y complejos. Linda primera parte, voy a volver para saber como sigue.
ResponderEliminarPor supuesto que todos lo amamos, era un genio!
Anshi (casi vecina por lo qe veo)
Rutina repetitiva que constantemente termina
ResponderEliminarRealmente estás entre los pocos blogs que me encantan, así dicho sin vergüenza y con la boca grande.
ResponderEliminarTu forma de escribir me viene siendo necesaria.
Gracias. Muchas.
ey... y hace que no veo luz... algo más de lo que hace que no subía
ResponderEliminarNo te olvides,
ResponderEliminarno te olvides,
no te olvides de comprar los globlos.
Abrazo!
Para cuando la segunda parte?? No quiero esperar el desenlace
ResponderEliminar(: muy lindo
ResponderEliminarse me hizo muy ligero
<3 saludos!
Buena 1ª parte.....espero la 2ª ansiosa. Que se esconderá bajo la aparente cotidianeidad???
ResponderEliminarBs Xaj
Me alegra que la pluma siga en su lugar.
ResponderEliminarHemos elegido gadgets similares!
Espero esté bien!
Ya no volvimos a cruzarnos.
Besotones!
Hace mucho que te visitaba. Me cambió el decorado, los colores, las cortinas y hasta la pintura.
ResponderEliminarPero hay cosas que siguen con la misma esencia, como esas palabras que
hoy he leído, esos finales contundentes, esos recorridos entrecruzados entre un recuadro.
Y me alegra.
a veces nos miramos al espejo esperando vernos y salirnos de nosotros mismos a ese no vació del que nos encontramos en la cotidianidad. a veces quisiera que mi espejo fuera tridimensional
ResponderEliminarhay tanto en esa rutina diaria, en esas conversaciones superficiales, hay eso que permite que todavía distingamos lo real. si las formas cayeran, que sería de nosotros?
ResponderEliminarme gusta que me hagas pensar!
besos