viernes, 18 de diciembre de 2009

Chanflón


Nunca fui de venir a estos lugares, flaca. Vos cobrás por esto, bueno, es tu laburo. No soy tu paciente, nunca creí en los psicólogos, sólo vengo a contarte algo.

Viste esos trapos que por lo general tenemos desperdigados por la cocina, bueno, siempre hube de sospechar que en el entramado del trapo, en la danza microscópica de los hilitos imperceptibles, hay siempre bazofia. Aunque pongas al lienzo en lavandina o en ese líquido que venden para limpiar, algo siempre ha de quedar. Y es que aunque tenga una colonia de bacterias en plena orgía, el trapo siempre tiene que parecer limpio. Ese es el punto.

Nuestros sueñitos son diáfanos, cristalinos y bien pulcra es nuestra pretensión higienista de soñar con ovejas bien peinadas, fantasías de purista mandioca, esa ambición de tener todo “punta en blanco”, hubiera dicho mi abuela. Sospeché siempre que esa autoinfligida ilusión provenía de la mugre que duerme por debajo de las uñas. Perdón, si, soy de jugar con analogías de pescuecito flaco, es una tendencia que tengo desde pendejo, paso a explicarme.

Es que cuando tu vida está apestada, viciada y el pollón no podés tirar por debajo de la alfombra de tu piel, buscás entonces algo más prosaico y chanflón, si, lo que a mano esté. Cualquier actividad vulgar: limpiar el piso, rasquetear el empapelado, baldear la vereda gastando colosales cantidades de agua potable que nunca podrá llenar las fauces de los sedientos de vida, y así. Llenar el cubo plástico de agua limpia en el lavadero de tu casa y a baldear el bochito, otra vez. Jugar a que somos limpios, estando tan sucios.

¿A qué voy, no? Bueno, es que todo este corso se circunscribe en que somos seres cada vez más solitarios, recluidos, emperrados, alienados, escupiéndole al mundo lo que sentimos en la punta de los dedos pero no lo que nos duele en la carne. Está buena tu función de dar oído, sin duda. Pero, por unos billetes, la gente se amontona en frente tuyo y desnuda sus neuronas: escucha que los escuchás, todo ese trance fenicio para volver a sus miserias cotidianas, para acumular tristezas en las vértebras y relatártelas en la siguiente sesión.
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No te culpo, la mayoría de los mortales sobrevivimos a través de manotazos que no aportan en nada al género humano, apilándonos unos sobre otros, volviéndonos un pilón de naipes con dos gambas que cae frente a la primera bocanada de aire de la mañana. En la misma estamos, supongo. Eso quería contarte, flaca, en fin, ¿no querés hacer alguna acá antes de que llegue la recepcionista?

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Zafiro, Jano, Tierra

http://www.youtube.com/watch?v=s3zAZPgFt6Q

- Bueno, es que nunca pensé que así habría de fenecer. Jamás hubiera vislumbrado este zarpazo, similar al crujidito que hace un cascarudo al ser aplastado por un zapato de suela amarga. Algo intuía, si, algo rascaba en el cuello, algo hubo de decirme que habría de morir de alguna manera, que la palma siempre busca el bondi que lo acerque mejor. Hace calor, mierda que hace calor. Cuando habrá comenzado esta devoción a enterrar lo que uno debe olvidar, este rito cobarde, el mantra imprescindible, primero con palazos de tierra, después con bocanadas de tiempo; en fin, con la condena a la inmaterialidad, ahora llueve, si, el calor y la lluvia siempre cojen duro, que calor insoportable -

La mitad del amor, hasta el cogote enterrado, la tierra jugosa clavada en la cúspide del olvido conquistado. Gritándole al dios Jano en el oído crudo, bailando y garchando frente a espejos en rituales modernos, arrimándole lágrimas y gotas de sudor al altar improvisado de la deidad bifronte, de piso de alfombra y shampoo en sachet de 10 ml. Ahí va nuestra ofrenda, otra vez.

- Era un zafiro entre el barro mojado de la humanidad, una linda piedrita, azul, celeste, en esa tierra genética empastada. Le puse mis fichas, le puse, que mal me jugué este recreo y este polvo me está ahogando. Hace un rato que vagaba sin culpa, enroscándome entre las manos de ilusos y papas fritas, perdiendo el tiempo, ganando en nada. Me equivoqué, que pelotuda, me equivoqué. Era otra cosa este pendejo, un zafiro, si, pero de los berretas, esas alhajas profanas, esas que te joden la vida cuando se les despega la capita superficial. Y es que tanto me duele el pecho. Me querés enterrar en tu memoria, pero no vas a poder pendejo, incluso cuando te afeites vas a desearme, déspota del amor, iluso de sueños por perder -

Is that the only chemistry between us?